En el Estadio Jalisco,
Chiapas tiene un domo en su área del campo. Azul transparente, mientras se
desarrollaba el partido, lo fueron poniendo los jugadores cuando vieron que era
adecuado. En un saque de puerta,
todos corriendo hacia la portería, arrastrándolo, fijándolo bien con ayuda del
portero Alfredo Frausto lo instalaron. El domo que ocupa un cuarto de su cancha
y va desde la línea de cal de la banda derecha hasta el otro extremo. Donde la
portería está resguardada y cubre hasta lo alto de la superficie del estadio.
Los chiapanecos se protegen ahí dentro. Aunque el Atlas ya les ha anotado dos
goles. Está tocando el balón y lo circula por todo el campo. Agrede a Chiapas
con centros por la banda, jugadas construidas desde atrás y finalizadas en el
área del portero rival. Suelta cambios de juego y Matías Vuoso la prende de
volea. Revienta el poste mayor.
Fidel, Aficionado a Muerte
con Chiapas, salta y canta entre toda la porra.
"¡Vamo, vamo, Chiapa,
vamo, vamo. La noche de Chiapa!”, dice aplaudiendo con sus dos manos arriba de
la cabeza.
Los rojinegros no cesan de
intentar ir al frente tocando el esférico. La manejan de una banda a otra pero
siempre con pases verticales. Seis jugadores—los que están adentro del domo—lo
permiten. Los otros cinco se dedican a presionar y no dejar que el rival llegue
al domo. Correr de un lado a otro Persiguiendo.
Arturo González, enganche
mexicano prometedor, tira un potente disparo desde media cancha y logra
atravesar el domo. Frausto no puede hacer nada. “No la vi”, dice sorprendido
volteando a un lado de la portería y observando el ¡Maldito Balón! Se acerca a
él, lo toma y molesto suelta un despeje a donde caiga.
3-0
"Tenemos que invadir la
cancha", dice Fidel brincando, convencido a su amigo Víctor. Es
Suficiente.
Dos aficionados entran a la
cancha y es imposible controlarlos, Suspendamos el Juego.
"Invadamos el domo y se
suspende el partido", sopla aplaudiendo Fidel a Víctor.
Fidel observa el domo
detenidamente. Brinca pero no aplaude.
—Vamos a subirnos más arriba,
nos impulsamos desde las gradas y saltamos. Con mi picahielo rompemos el domo—dice
con seguridad a Víctor.
—Güey, mejor hay que aventar
mis bengalas modelo cabello de Marge Simpson y así explota el domo—sugiere
emocionado Víctor.
—… —Fidel lo ve extraño.
—O ir metiendo mis palomitas
de maíz extra mantequilla. Con solo olerlas los jugadores irán cayendo.
--... —Fidel lo ve extraño.
Atlas gana 3-0 pero ha
fallado muchas jugadas para lo que podría ser "La Goleada del Siglo".
No hay reacción por parte de Chiapas. Dos jugadores más se meten al domo y,
Fidel, desde las gradas se molesta de tal acción. “No, no, no”, reprocha. Fidel
saca una pistola de su chamarra, que como todo buen aficionado debe de cargar.
Sujetándola con las dos manos la modela de lado y se la pone a la altura de la
nariz como un excelente retrato de un agente de seguridad. Los dos amigos bajan
por las gradas. Fidel cubre con su pistola a Víctor.
"Tenemos que invadir la
cancha", le dije a Víctor sin dejar de saltar en la tribuna. ¡Vamo, vamo,
Chiapa, vamo. La noche de Chiapa! El Atlas ataca por todos lados: llega por la
banda derecha, se va al centro o suelta pases hasta el otro extremo. ¡Está
jugando chido, bien ofensivo! Pero no tiene que ser ofensivo. Puede ser
ofensivo pero no jugando contra Chiapas, contra Chiapas no. ¡Detengámoslo!
¿Por qué todos los jugadores
se meten al domo, y permanecen ahí, refugiándose? Esperan a los del Atlas.
Tienen que adelantarse, jugar al filo y provocar el fuera de juego, ¡tenemos el
balón, la posesión! Invadamos el domo y se suspende el partido, le digo a
Víctor brincando y aplaudiendo. ¡El domo está demasiado grande! Veo que si nos
subimos más arriba de las gradas podríamos—impulsándonos—saltar desde ahí.
Queda justo y con enterrar el picahielo rompemos el domo. Se suspende el
partido. Mi amigo Víctor da unas ideas que, la verdad, son bastante
vergonzosas. ¡Bengalas de Marge Simpson, palomitas de maíz! Puta, ¡No somos
improvisados! Es tan estúpido, tanto la idea como Víctor. Recuerdo que traigo
una pistola en mi chamarra y ¡puedo ser agente de seguridad! La tomo con mis
dos manos y me pongo de lado mostrándola hacia la cancha. Controlar el balón e
ir tocándolo entre los jugadores. Abrir la cancha y mandar centros, o generar
de la banda al centro pero ¡hacer algo!
¡Esto no puede seguir! 3-0 y Sergio Bueno no hace nada. ¡Ah, no está en la
banca. Con razón! Saltando más abajo puede haber un resultado mejor. Vamos
bajando de las gradas entre la porra. (Cubro con mi pistola). Se abren todos a
un costado. Y entre las demás personas. Permiso, permiso, permiso. El domo
sigue cerrado, pero no por mucho tiempo.
“No sé por qué el idiota de
Fidel analiza el partido. Pendejo. Algunos ni vemos el juego. Brinca y aplaude
y después me hace un comentario. Dice que quiere invadir la cancha porque
Chiapas no está haciendo nada y se dedica a defender. "¿Ah, sí?", le
pregunto sin saber que así se le llama a lo que hace Chiapas. ¡¿Es que Nadie se
Da Cuenta?!, grita emputado el güey. ¡Pero el domo está tan pinche grande!
Canta y aplaude y da un vistazo a la dimensión del domo. Voltea a ver las
gradas de arriba. Regresa a brincar y cantar la porra que ni se sabe el pendejo
y solo dice "¡Vamo!". Pienso en mis bengalas modelo cabello de Marge
Simpson bien chingonas que he engañado a los imbéciles de seguridad al entrar
al estadio presentándolas como sombreros. Soy bien chingón. Solo aventarlas
desde aquí el domo hace ¡pum! Fidel me ve raro como si yo fuera un chiquillo
que no sabe nada de maldades. ¿Ps qué, puto?, le digo viéndolo a la cara.
Comiendo una palomita de mis palomitas de maíz extra mantequillas(¡bien
deliciosas!) se me ocurre ir metiendo palomitas al domo y así van cayendo los
jugadores. ¡Vamos!, dice Fidel indicándome que lo siga. Lo sigo al guey. Ya ha
de saber lo que vamos a hacer, yo creo. Saca su pistola—los pendejos de
seguridad la sintieron pero lo dejaron pasar. Es un fan y no puede faltar su
presencia. Chingón se vio Fidel—y me cubre entre toda la porra. Me siento
importante, bien cabrón”.
Mientras tanto, Fidel y
Víctor van bajando por una parte de todos los asistentes al encuentro. La porra
les abre un hueco entre todo ese espacio destinado a la porra visitante. Todos
los porristas-verdaderos pamboleros se hacen a un costado, Fidel Imponiendo el
Poder de Aficionado. Queda vacía esa parte de la porra. Los demás aficionados
solo los miran precavidos, ¡Trae una pistola!, mientras van pidiendo permiso
para pasar y llegar al domo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario