miércoles, 29 de enero de 2014

Invadamos la cancha en el domo








En el Estadio Jalisco, Chiapas tiene un domo en su área del campo. Azul transparente, mientras se desarrollaba el partido, lo fueron poniendo los jugadores cuando vieron que era adecuado. En un saque de puerta, todos corriendo hacia la portería, arrastrándolo, fijándolo bien con ayuda del portero Alfredo Frausto lo instalaron. El domo que ocupa un cuarto de su cancha y va desde la línea de cal de la banda derecha hasta el otro extremo. Donde la portería está resguardada y cubre hasta lo alto de la superficie del estadio. Los chiapanecos se protegen ahí dentro. Aunque el Atlas ya les ha anotado dos goles. Está tocando el balón y lo circula por todo el campo. Agrede a Chiapas con centros por la banda, jugadas construidas desde atrás y finalizadas en el área del portero rival. Suelta cambios de juego y Matías Vuoso la prende de volea. Revienta el poste mayor.

Fidel, Aficionado a Muerte con Chiapas, salta y canta entre toda la porra.

"¡Vamo, vamo, Chiapa, vamo, vamo. La noche de Chiapa!”, dice aplaudiendo con sus dos manos arriba de la cabeza.

Los rojinegros no cesan de intentar ir al frente tocando el esférico. La manejan de una banda a otra pero siempre con pases verticales. Seis jugadores—los que están adentro del domo—lo permiten. Los otros cinco se dedican a presionar y no dejar que el rival llegue al domo. Correr de un lado a otro Persiguiendo.

Arturo González, enganche mexicano prometedor, tira un potente disparo desde media cancha y logra atravesar el domo. Frausto no puede hacer nada. “No la vi”, dice sorprendido volteando a un lado de la portería y observando el ¡Maldito Balón! Se acerca a él, lo toma y molesto suelta un despeje a donde caiga.

3-0

"Tenemos que invadir la cancha", dice Fidel brincando, convencido a su amigo Víctor. Es Suficiente.

Dos aficionados entran a la cancha y es imposible controlarlos, Suspendamos el Juego.

"Invadamos el domo y se suspende el partido", sopla aplaudiendo Fidel a Víctor.

Fidel observa el domo detenidamente. Brinca pero no aplaude.

—Vamos a subirnos más arriba, nos impulsamos desde las gradas y saltamos. Con mi picahielo rompemos el domo—dice con seguridad a Víctor.

—Güey, mejor hay que aventar mis bengalas modelo cabello de Marge Simpson y así explota el domo—sugiere emocionado Víctor.

—… —Fidel lo ve extraño.

—O ir metiendo mis palomitas de maíz extra mantequilla. Con solo olerlas los jugadores irán cayendo.

--... —Fidel lo ve extraño.

Atlas gana 3-0 pero ha fallado muchas jugadas para lo que podría ser "La Goleada del Siglo". No hay reacción por parte de Chiapas. Dos jugadores más se meten al domo y, Fidel, desde las gradas se molesta de tal acción. “No, no, no”, reprocha. Fidel saca una pistola de su chamarra, que como todo buen aficionado debe de cargar. Sujetándola con las dos manos la modela de lado y se la pone a la altura de la nariz como un excelente retrato de un agente de seguridad. Los dos amigos bajan por las gradas. Fidel cubre con su pistola a Víctor.


"Tenemos que invadir la cancha", le dije a Víctor sin dejar de saltar en la tribuna. ¡Vamo, vamo, Chiapa, vamo. La noche de Chiapa! El Atlas ataca por todos lados: llega por la banda derecha, se va al centro o suelta pases hasta el otro extremo. ¡Está jugando chido, bien ofensivo! Pero no tiene que ser ofensivo. Puede ser ofensivo pero no jugando contra Chiapas, contra Chiapas no. ¡Detengámoslo!

¿Por qué todos los jugadores se meten al domo, y permanecen ahí, refugiándose? Esperan a los del Atlas. Tienen que adelantarse, jugar al filo y provocar el fuera de juego, ¡tenemos el balón, la posesión! Invadamos el domo y se suspende el partido, le digo a Víctor brincando y aplaudiendo. ¡El domo está demasiado grande! Veo que si nos subimos más arriba de las gradas podríamos—impulsándonos—saltar desde ahí. Queda justo y con enterrar el picahielo rompemos el domo. Se suspende el partido. Mi amigo Víctor da unas ideas que, la verdad, son bastante vergonzosas. ¡Bengalas de Marge Simpson, palomitas de maíz! Puta, ¡No somos improvisados! Es tan estúpido, tanto la idea como Víctor. Recuerdo que traigo una pistola en mi chamarra y ¡puedo ser agente de seguridad! La tomo con mis dos manos y me pongo de lado mostrándola hacia la cancha. Controlar el balón e ir tocándolo entre los jugadores. Abrir la cancha y mandar centros, o generar de la banda al centro pero ¡hacer algo! ¡Esto no puede seguir! 3-0 y Sergio Bueno no hace nada. ¡Ah, no está en la banca. Con razón! Saltando más abajo puede haber un resultado mejor. Vamos bajando de las gradas entre la porra. (Cubro con mi pistola). Se abren todos a un costado. Y entre las demás personas. Permiso, permiso, permiso. El domo sigue cerrado, pero no por mucho tiempo.



“No sé por qué el idiota de Fidel analiza el partido. Pendejo. Algunos ni vemos el juego. Brinca y aplaude y después me hace un comentario. Dice que quiere invadir la cancha porque Chiapas no está haciendo nada y se dedica a defender. "¿Ah, sí?", le pregunto sin saber que así se le llama a lo que hace Chiapas. ¡¿Es que Nadie se Da Cuenta?!, grita emputado el güey. ¡Pero el domo está tan pinche grande! Canta y aplaude y da un vistazo a la dimensión del domo. Voltea a ver las gradas de arriba. Regresa a brincar y cantar la porra que ni se sabe el pendejo y solo dice "¡Vamo!". Pienso en mis bengalas modelo cabello de Marge Simpson bien chingonas que he engañado a los imbéciles de seguridad al entrar al estadio presentándolas como sombreros. Soy bien chingón. Solo aventarlas desde aquí el domo hace ¡pum! Fidel me ve raro como si yo fuera un chiquillo que no sabe nada de maldades. ¿Ps qué, puto?, le digo viéndolo a la cara. Comiendo una palomita de mis palomitas de maíz extra mantequillas(¡bien deliciosas!) se me ocurre ir metiendo palomitas al domo y así van cayendo los jugadores. ¡Vamos!, dice Fidel indicándome que lo siga. Lo sigo al guey. Ya ha de saber lo que vamos a hacer, yo creo. Saca su pistola—los pendejos de seguridad la sintieron pero lo dejaron pasar. Es un fan y no puede faltar su presencia. Chingón se vio Fidel—y me cubre entre toda la porra. Me siento importante, bien cabrón”.

Mientras tanto, Fidel y Víctor van bajando por una parte de todos los asistentes al encuentro. La porra les abre un hueco entre todo ese espacio destinado a la porra visitante. Todos los porristas-verdaderos pamboleros se hacen a un costado, Fidel Imponiendo el Poder de Aficionado. Queda vacía esa parte de la porra. Los demás aficionados solo los miran precavidos, ¡Trae una pistola!, mientras van pidiendo permiso para pasar y llegar al domo.

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