La tortuga Raymond, o en su caso, Ramona
(No sé, dice Elba) sale de su acuario escalando, pasando arriba del filtro, con
dificultades...
Y ahora ya está afuera, reposando en el
mueble del acuario. ¡Lo ha logrado! La tortuga Raymond-Ramona observa su
acuario, viéndolo detenidamente. Ahí donde ha sufrido los últimos meses, recuerda
Elba, sin comer ni con cambio de agua durante la semana.
Sentada en la cama, postura encorvada,
Elba corta cachos de papel del rollo Vogue
de papel de baño. Corta cinco tiras y las dobla. Hace más series de papel y las
pone acomodadas en la cama.
« ¡Já, yo aquí cortando cachitos de papel
y mi hermana Graciela ("Chelita"), repartiéndolos, encargándose del
negocio!», dice indignada.
Y Elba, sin saber qué hacer, corta otro
cacho de papel.
«Creo que tenemos que cambiar los roles»…,
piensa. « ¡Ay, no, pero es tan entretenido esto!», recapacita con una sonrisa, juntando
las series que lleva.
Un poco de historia…, dice Elba.
“Graciela y Elba (Yo soy Elba) distribuyen
en cajas, cachos de papel de baño a los baños públicos. Se los compran”.
-Nadie en la colonia lo hace -comentaba
Graciela la idea que traía entre manos-. Y si damos un servicio amable, sin
quitarle aroma al papel, la gente lo notará y ¡verás qué bien nos va!...
-Ah, hola... -saluda Elba a la tortuga
Raymond-Ramona. La tortuga echada en unas tiras de papel de la cama,
descansando-. ¡¡RAYMOND!!... ¡¡¿Tú qué haces aquí?!! -grita volteando de
inmediato a ver el acuario, sin encontrar nada semejante a una tortuga.
Raymond-Ramona solo la mira con su Ojo Saltón hasta un Costado de la Cabeza. ¿Crees que soy Malévola?... Pues lo Soy, piensa
Elba que dice.
2.
En la sala de ensayos, atrás del escenario
principal del circo, Míster Pudín, un joven plano y atlético, practica
marometas en su trampolín.
-Sí, sí, usted practique y ya luego vemos
si sale al escenario -dijo el jefe del circo.
Míster Pudín vuela en el aire y cae con
las piernas al trampolín.
«No son auténticas marometas», dice
cabizbajo. Pero no se desanima que los domadores de tigres le hayan quitado el
trampolín grande. « ¡Esto Me gusta!», se anima Míster Pudín. «Yo, doy
marometas, doy marometas. Me entusiasmo. Puedo presentar mi habilidad frente a
muchas personas, que vean lo que me gusta hacer, tenga la aprobación de todos y
sienta una alegría alertando en mi corazón», piensa a punto de impulsarse en el
trampolín y dar otra marometa.
La tortuga Raymond-Ramona picotea las
series de papel que Elba ya tenía acomodadas. Come y está haciendo ollitos. Elba
ha observado y la tortuga se esfuma repentinamente.
« ¿Parece que te estás vengando, eh?»,
dice Elba. « ¿Esto es porque no te cambio el agua dos veces al día ni te doy de
comer, verdad?».
-Si eso es lo que quieres creer… Está
bien -contesta la tortuga según Elba.
- ¡Entiéndeme! –dice Elba- ¡Yo nunca quise
tener una mascota!... Venías de regalo en la compra de los rollos de papel… Yo
sí tenía hobbies y entendía perfectamente sobre el cuidado, la responsabilidad,
los valores de la vida y las cosas que debemos tener como personas pero algunas
desconocen. Por eso los papás les compran mascotas a sus hijos. Aparte de la
posibilidad de hacerlos un poquito a un lado para ellos ponerse en sus
actividades importantes. No es que sus hijos no les interesen pero
¡Ay...!-concluye Elba lamentándose.
- ¡¿Es más importante cortar ca-chi-tos-de-pa-pel que ponerle agua nueva
al acuario de la tortuga?!- reclama Raymond-Ramona-. Si no
eres capaz de cuidar a un ser vivo no lo conserves….
-Pero yo, yo…
La tortuga se muestra más de cerca y
desordena las tiras de papel. Elba está a punto de tomarla y asfixiarla pero
Raymond-Ramona la esquiva y le saca la lengua, aún con El Ojo a un Lado
observándole.
- ¡Ay, yaaa!... ¡Deja de molestarme! -pide
Elba desesperada.
3.
“Ojalá ya siga yo”, dice Míster Pudín
esperando salir al siguiente número con el público. Está la función de “El show
del payaso Fascinante y su guauh-guauh”.
-Fue todo por hoy, chico -dice con la pena el jefe del circo a Míster
Pudín-. Ya será mañana.
-¿Pero, y la función de las 7:30? -habla Míster
Pudín
-No. Hoy estamos hasta las 4, señor.
El joven acepta y va de regreso a su casa.
-¡¡¿Dónde? ¿Dónde?!! -alarma el jefe,
llamando a Míster Pudín-. El trampolín se queda aquí».
Yo sólo quería practicar, piensa Míster Pudín.
De retorno (dando marometas por la calle).
Se ha traído el trampolín consigo. Ya en la calle, aprovechando, sube al
pequeño trampolín. Y de pronto, se eleva hasta el cielo y da paso al efecto de
rebote-y-descenso en media avenida. Como si tuviera un resorte salta desde el
piso, llega no tan lejos de las nubes y regresa al suelo. Los coches frenan.
Caos vial. Las personas admirando la acción. Carros impactándose entre sí.
Tráfico. Míster Pudín no se detiene. “¡¿Cómo lo hago?!”, dice intentando
bajarse del trampolín.. POING POING, es el ruido hecho por el trampolín cada que
se impacta en el piso. Van cuatro calles así. Míster Pudín va a soltarse del
trampolín cuando, aventándose hacia un costado cae estrellado en una casa
rompiendo las ventanas. Tira, estampándose, grandes cajas de cartón con rollos
de papel adentro y alcanza a derribar a Elba, en una disputa incesante con la
tortuga Raymond-Ramona (la tortuga sacando favorable ventaja). Tendida en el
piso, despeinada, Elba apenas puede pronunciar: « ¡Gracias!».
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