lunes, 30 de marzo de 2015

La venganza del jinete



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Salió una novela retratando la vida de un músico grupero y sus excesos (mujeres y faltas de ortografía en los borradores de sus canciones). La novela se llamaba Tierno Ruíz, del escritor O.O. Circulaba en las principales librerías, en la mesa de Novedades.

“Es suficiente”, creyó El jinete. “Una novela de un músico grupero y no de un jinete”.

Que no hubiera un espacio para hablar de los jinetes, quería decir que el fin de su carrera estaba cerca. Se olía. Sabía que ése era el fin de los macarrones con queso que tanto le gustaban a la panza considerable que sobresalía fuera del cuerpo decaído de mariachi. (Ya no tendría con qué pagar los macarrones con queso. Seguiría la dieta de galletas y un litro de agua. Los sueldos se reducirían así como el pantalón se caería por las calles aún con cinturón puesto). El cuerpo decaído de mariachi lo definía muy bien como persona. Sin embargo, los mariachis le caían mal al cuerpo del jinete.

-Nunca hay que confiar en un mariachi -decía El jinete- Sé lo que digo…-sonríe afirmativamente desde la mecedora del rincón de la sala-. Ese jodido botón me ha venido a perjudicar.

En una fiesta de amigas y amigos, apreciando el show de Los Mariachis desde una mesa asignada por los amigos, El jinete sonrío. Uno de los mariachis volteó cuando sucedió. Y el botón de su camisa apretada reventó y se estrelló en la frente del jinete. Salió sangre. “¡A la mierda!”, dijo El jinete huyendo. No quiso saber qué mariachi había sido: tomar cartas en el asunto, denunciarlo por no contener los botones de su camisa, refundirlo en la cárcel, aventarle el caballo, etc. Sólo pensaba en llegar al hospital para curar esa herida. Salió indignado de la fiesta. Los amigos lo veían pasar. En el hospital le curaron la herida: un algodón en la frente. Al llegar a casa, acostarse a dormir.
Pasados los días, retirándose el algodón, el botón produjo una cicatriz en la frente. Por ahí entran monedas que van a las maquinitas pero se desvían hacia la frente del jinete. A veces le duele la cabeza. A veces controla las monedas que entran al hoyo.

“Cualquier cosa sería mejor”, piensa ahora El jinete, “que estar en la mecedora tocándome la frente todo el día”, dice al contar cuánto dinero tiene allá dentro. Encontró dos monedas de 5 pesos.

“¡Fatal!”.

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